viernes, junio 29, 2007

"La Desaparición", de Tim Krabbé


He aquí un notable ejercicio de intensidad concentrada. Krabbé necesita apenas poco más de cien páginas para crear un artefacto de milimétrica fuerza. Es la extensión necesaria para no resultar vacuo ni quedarse en la superficie, pero al mismo tiempo es el espacio suficiente para desarrollar una propuesta así de concisa y brutal, sin adornos ni paja innecesaria.

¿Por qué merece la pena esta novela? Principalmente por un doble motivo. El más inmediato es la propia intriga argumental, que provoca una necesidad perentoria de llegar al final. Pero sobretodo por ese trasfondo de terrible, insoportable verosimilitud, que despierta toda clase de fundados temores al respecto de la naturaleza de ciertos crímenes que salpican a diario nuestras existencias. Dejando de lado todo ese horror artificioso, al cual nos tienen acostumbrados los autores modernos, Krabbé nos muestra cómo los motivos y las consecuencias de algunos actos resultan a menudo insoportablemente azarosos y desprovistos de lógica. Tan súbitos y destructivos como incomprensibles.

"La Desaparición" es una brutal crónica de la desesperación, de la maldad intrínseca al ser humano y de la fragilidad con la que todos nos movemos en este mundo extraño y ajeno, donde nada es lo que parece y donde el equilibrio no es más que una impostura tan traicionera como necesaria.

P.D. Gracias por recomendármela, Alba.

jueves, junio 28, 2007

La canción del verano


Cada vez que llega el mes de junio, con sus promesas de verano eterno, me pierdo en la espera. En la contemplación de esas horas suspendidas frente a mí. Ociosas. Indolentes. Mientras todo avanza más despacio y pegajoso. Como rayos de sol acercándose pero sin llegar a mojar el asfalto. A través de ellos, observo esa maraña de días interminables, idénticos, que nunca consigo agotar sin desfallecer. Sin saber en cuál de ellos tendrá lugar ese instante fugaz, inolvidable, que dará nombre, forma y olor a este verano y lo distinguirá de otros. Me engaño creyendo que eso es así. Me engaño pensando que todos han tenido algo a conservar. Pero lo cierto es que los últimos han sido exasperantemente parecidos. Hay una sensación que no puedo explicar, pero que me acompaña y no me deja. La sensación de una idea equivocada. De una imagen ficticia, que he construido dentro de mí y que seguramente pretende sustituir a aquella anticipación de los veranos de la niñez, tan llenos de posibilidades. Aquellos sí eran veranos eternos. Que iban a morir escuálidos de nostalgia a la solitaria sombra de septiembre. Estos de ahora sólo son pálidos reflejos de una luz decididamente menos brillante y más artificial. Y su música es un lamento desafinado, patético.

miércoles, junio 27, 2007

Érase otra vez


Y el ser inhumano se encontró solo otra vez. Poco a poco, las sombras gimoteantes se habían ido alejando. Y sus voces se apagaban bajo la oscuridad de la inconsciencia. El ser no les necesitaba. Prefería las tinieblas de la soledad reconfortante. Era un manto frío, sordo y ciego. Que no dejaba ver ni oír. Pero aún así, más suave. Otra etapa quedaba atrás. Hacía mucho tiempo que el ser había dejado de darles nombre. Todas eran iguales. Duraban más o menos. Eran más o menos intensas. Pero siempre empezaban (con la ilusión) y terminaban (con el desencanto) del mismo modo. Luego era el hastío, lo que se dejaba sentir con mayor fuerza. La sangre de la mentira fluía espesa por la herida de la realidad. A cada minuto, el falso mundo exterior se perdía en las brumas de las vidas ajenas. Y las palabras se despojaban de todo significado, hasta convertirse en un murmullo sin contenido. En ese momento, todos los rostros eran el mismo rostro. Y toda expresión derivaba en una mueca desencajada. Nada importaba. Nada dolía, porque su piel se había cuarteado infinitamente y se había recubierto de una protección de amarga impasibilidad. Y tras ese proceso ya conocido, ya experimentado innumerables veces, el ser inhumano sonreía. Y volvía a salir. Y volvía a hablarte. Y volvía a escribirte. Y volvía a fingir ser como tú.

lunes, junio 25, 2007

"Last Days", de Gus Van Sant


Definitivamente, Van Sant ha vuelto al buen camino. Después de la estimulante "Elephant" y de la marcianísima "Gerry", nos regala esta pequeña joya. Una fabulación acerca de lo que perfectamente pudo ocurrir durante las últimas 48 horas de la vida de Kurt Cobain, pero contado de un modo totalmente alejado de un biopic al uso.

Podría decirse que la película es un viaje sin retorno al alma de Kurt. Todo lo vemos a través de sus ojos y todo lo sentimos a través de su modo de percibir las cosas. Una increíblemente hermosa utilización del sonido, acentuando los estímulos sonoros para hacernos sentir totalmente partícipes del entorno; un ritmo caprichoso, con estiramientos y repeticiones continuas, para incrementar la sensación de confusión y hastío; una serie de momentos clave, como ese plano larguísimo con Kurt (increíble, la composición de Michael Pitt) a través del ventanal de la casa, aporreando sus instrumentos y ejerciendo de ángel furioso. Ese plano es la quintaesencia de la música de Nirvana: belleza y confusión; rabia y sensibilidad. Otro momento maravilloso es ese fugaz paseo nocturno por las calles de Seattle, que es suficiente para que Van Sant refleje en pantalla lo que debían ser las calles de la ciudad estadounidense a principios de los 90; o esa casa inhóspita y fría recorrida por las notas de "Venus in Furs" de la Velvet mientras los amigos-sanguijuelas de Cobain vienen y van.

El modo en que Van Sant es capaz de adaptar el sentimiento de la música de Kurt a su estilo cinematográfico, es sencillamente escalofriante. Podría decirse que "Last Days" es un álbum póstumo más de la banda. Desde luego, más cercano al "In Utero" que al "Nevermind". Porque en cada uno de sus planos, en cada una de sus secuencias, está presente el espíritu y la esencia de la música del grupo. Pero también la esencia de Kurt. Esa esencia que resulta imposible explicar y entender, que sólo se puede sentir. Que a los que sean ajenos al espíritu de Kurt les parecerá un sinsentido. A mí me puso la carne de gallina, casi durante 97 minutos ininterrumpidos (lo que dura la película). Despertó sentimientos aletargados desde hace varios años. Pero además de todo eso, "Last Days" también es otra pieza fundamental de la filmografía del cineasta estadounidense, que encaja a la perfección en el puzzle de su trayectoria más destacable, junto a "Drugstore Cowboy" o "Mi Idaho Privado".

Un filme difícil, áspero y muy valiente, de silenciosa y esquiva belleza, que sólo puede ser apreciado en toda su dimensión por quien haya sentido alguna vez la grandeza del talento de un creador que tan sólo supo encontrar su lugar en este mundo en una serie de arrebatos de fugaz intensidad. Y que se desvaneció dejando tras de sí un rastro de turbia belleza inmarchitable. Incomprendida e inaprehensible para unos, inolvidable y fundamental para otros. Algo muy similar al poso que deja "Last Days", como obra cinematográfica.

jueves, junio 21, 2007

Ele mental


Voces. Ruido. Voces, ruido y nada.
Nada. Tiempo. Nada, tiempo y tú.
Tú. Verano. Tú, verano y nada.
Nada. Ruido. Nada, ruido y tiempo.
Tiempo. Verano. Tiempo, verano y tú.
Tú. Voces. Tú, voces y verano.
Verano. Nada. Verano, nada y ruido.
Ruido. Nada. Ruido, nada y tiempo.
Tiempo. Voces. Tiempo, voces y verano.
Verano. Ruido. Verano, ruido y voces.
Voces. Ruido. Voces, ruido y voces.
Voces. Tiempo. Voces, tiempo y tú.
Tú. Verano. Tú, verano y ruido.
Ruido. Tiempo. Ruido, tiempo y tú.
Tú. Tú. Tú, tú y nada.

lunes, junio 11, 2007

"El Terror", de Arthur Machen


Una joya de poco más de cien páginas.

En esta breve novela se condensan todas las constantes de la literatura de Machen. Es el suyo un terror cósmico muy apegado a la tierra, a la naturaleza como universo en el que se asoman fuerzas intangibles, que se dejan sentir ante el ser humano como algo extraño y ajeno.

La narración se enmarca en un contexto histórico muy particular, ya que el libro está escrito durante la Primera Guerra Mundial y esto le sirve al autor para situar muy precisamente los miedos de los personajes. Y con toda seguridad, los de los lectores de la época.

En cualquier caso, aquí lo que destaca es la agudeza de Machen, a la hora de sugerir y de ser capaz de desarrollar de una forma tan inteligente a lo largo de más de dos tercios de la historia toda una serie de terrores difusos e inidentificables. Pero más aún: cuando por fin sabemos cuál es la verdadera naturaleza de El Terror, éste todavía se nos muestra con mayor fuerza. Es decir, la explicación al misterio resulta tremendamente más aterradora que su desconocimiento. Asimismo, el autor es capaz de dejar la puerta abierta a múltiples interpretaciones, en una doble jugada maestra.

Sin ninguna duda, a la hora de contextualizar "El Terror", hay que hacerlo situándolo bajo la etiqueta del Horror Cósmico, pero dejando bien claro que para nada nos hallamos ante una repetición de los esquemas típicos de Lovecraft, más allá de un estilo formal que se le podría emparentar. Esta novela posee la misma singularidad que "La estancia oscura" de Leonard Cline, o "La casa en el confín de la Tierra" de Hodgson, por citar otras dos muestras de parecida calidad, que a su vez se diferenciaban del típico relato del Maestro de Providence.

viernes, junio 08, 2007

"La soledad", de Jaime Rosales


La ópera prima de Rosales, "Las horas del día", ya era toda una declaración de intenciones. Cine minimalista, de gran naturalismo, sin ninguna clase de estridencias. En su segundo trabajo, ha ido incluso más allá. Ahora ni siquiera se sirve del retrato de un ser llamémosle "anormal", como era el caso del asesino en serie que protagonizaba aquel filme. Aquí las protagonistas principales son dos mujeres, tan vulgares y corrientes como cualquiera.

Es fácil establecer algún paralelismo con "Solas", la obra maestra de Benito Zambrano. Pero Rosales introduce algunas novedades, que hacen que su película sea un producto diferente. Especialmente en lo formal. Se trata de la "polivisión". Una forma de contar en la que vemos la pantalla dividida en dos, estableciendo dos puntos de vista distintos para la misma secuencia. Ese artificio, lejos de distanciar al espectador, le acerca aún más, ampliando el campo de visión, la perspectiva. El espectador se convierte en un testigo privilegiado de lo que sucede. ¿Es un riesgo? Sin duda. Pero bajo mi punto de vista, Rosales sale tan triunfante de su apuesta como lo hiciesen Von Trier con "Dogville" o Gaspar Noé con "Irreversible", por citar dos obras cuyo atrevimiento formal servía para desarrollar el concepto propuesto a las mil maravillas.

Las interpretaciones de las dos actrices principales, Sonia Almarcha (a mi juicio, la mejor interpretación femenina de los últimos años) y Petra Martínez alcanzan cotas de realismo escalofriante. Cada pequeña viñeta, cada pequeño acontecimiento, contado como algo importante. Aún cuando no parezca tener relevancia. Es ésta una película de miradas, de reacciones silenciosas, ante los vaivenes de la vida. Como sentarte en un banco y ponerte a observar la realidad que te rodea. Una vida cualquiera, que no parece estar llena de grandes acontecimientos, en realidad está hecha de momentos, desde los más triviales hasta los más trascendentes. Rosales nos dice que todos cuentan. Que todos tienen su importancia. Pero sin ruido ni florituras, también nos sentimos inmersos en el vértigo de lo inesperado. En la certeza de que todo puede dar un vuelco de la forma más brutal, pero a la vez de la forma más natural. Sin avisos ni advertencias.

A lo largo del filme no hay ni un solo cambio de ritmo. Todo tiene la cadencia justa del paso del tiempo, en tiempo real. Sin música. Sin movimientos de cámara que perturben. La mayoría planos fijos, alguno increíblemente poderoso, como el del atentado en el autobús, que recuerda mucho a uno de los grandes momentos de "El aura" de Fabián Bielinsky.

Obviamente es una película que requiere de un esfuerzo, de una complicidad. El espectador ha de poner de su parte. Para sentirse partícipe de esas existencias grises, de las que resulta difícil abstraerse, una vez te han captado la atención. Partícipe de esas soledades a las que el título hace mención. Porque en realidad siempre estamos solos. Por muchas personas que nos rodeen. Nos enfrentamos solos a todo lo que nos ocurre.

Al parecer Jaime Rosales ha tenido ciertas dificultades, a la hora de financiar este trabajo. Lo cual no es de extrañar, dado el riesgo asumido y visto el panorama del cine actual. Por eso mismo sería una lástima que una carrera que ha empezado de un modo tan prometedor, se quedase estancada en un par de grandes películas. Porque es éste un cineasta que ya mismo hay que situar entre los más destacados del momento.

lunes, junio 04, 2007

Hoy no existo


Hoy nadie sabe de mí. Nada sale de mí. Tal vez porque la bruma de esta mañana es demasiado espesa, o porque me apetece ser transparente. Cuando llegue la noche, no habré hablado, pero aunque lo hubiese hecho tú no me habrías oído. Todos los pasos que habré ido dando no me habrán separado de este espacio vacío, ni me habrán llevado más allá de este silencio. Creerás que otros han sabido de mí y dejarás pasar este día como si fuese otro más sin mi presencia. Y nunca sabrás que hoy no he sido para nadie, del mismo modo que nada ha sido para mí. Las horas pasarán de largo. Y no habrá sido la primera vez. En realidad, prefiero no hacer recuento de todos los días que no han significado nada. Pero sí tengo la sensación de que poco a poco, me voy desdibujando. Cada vez un poco más. Al principio, mi cara dejará de acudir con facilidad a tu mente. Mis frases perderán su sentido y los recuerdos que tienes de mí serán incompletos. Y por último, te olvidarás hasta de mi nombre. Yo tampoco seré capaz de recordarme, ni conseguiré situarme en entornos reconocibles. A mi alrededor no quedará ni el aire. Lo de hoy es sólo un reflejo de lo que será. Mi inexistencia.