Improvisarme
Descarto la posibilidad de una sorpresa, pero luego no soy capaz de abandonar el misterio de un día cualquiera. Pasajero de la lluvia, habitante de la media tarde. A veces no sé dar nombre a lo que siento, pero sí soy capaz de recordarlo. Y el recuerdo me abriga con un calor sorprendente. Algunas veces me siento así, como deslumbrado por el fulgor de un alma cálida y extraña, que viene a mí y rompe la rutina en mil pedazos. Entonces se cae el cielo, se hunde el techo y me encuentro nadando en azul y suave indefensión. Me empiezo a sentir bien cuando dejo de intentar entenderlo todo. Tu sombra me hace el boca a boca y expulso la angustia de turbios amaneceres que no quiero comprender, porque tampoco tienen explicación. Y a partir de ahí: el vértigo y cualquiera de mis ilusiones perdidas, acudiendo al rescate. Me dejan a salvo, en la orilla que separa mi mundo del resto del mundo. Me quedo tendido, mirando esa oscuridad sin nombre. Y ya no hay nada que me ate. Sé que cada día las amarras son menos y más débiles. Pero no me importan ni el temor ni la incertidumbre. Al fin y al cabo, siempre he sabido que si pertenezco a algún lugar, no se trata de ningún lugar en el que haya estado. Tan sólo esperar e improvisarme, para no olvidar lo que siempre he querido ser.
2 Comments:
¿No te da miedo la espiral?
Vuelve a improvisarte, pero vuelve de esa nada en la que te has escondido.
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