martes, septiembre 19, 2006

Aguantando la respiración bajo el océano cotidiano


Estar solo. Con todo el tiempo y nadie con quien compartirlo. Cada vez que me dejo llevar por una voz, hay algo que acaba rompiéndose dentro de mí. La más leve presencia enturbiando cualquier momento, me hace sentir presa de corrientes incesantes. Vértigo entre la soledad y la compañía, sin poder ni querer resignarme a ninguna de las dos. A veces me pregunto qué extraño, qué odioso individuo ven los demás en mí. Qué mente y qué corazón tan estúpidamente ajenos. No depender, no esperar, no confiar… ¿por qué resulta tan difícil? A pesar de todos los esfuerzos, no encuentro mi espacio. No sé en qué momento empecé a despegarme de la pesadilla cotidiana, pero sé que nunca lo consigo del todo. Siempre hay instantes de dulce vacío, pero qué rápidamente se esfuman y qué etéreo su recuerdo. Ahora estoy rodeado de almas tan vacías como la mía, pero me abruma su estruendo insoportable, ese absurdo empeño en darle sentido a lo que no lo tiene, tratando de imponer una cordura artificial. Y cuando la rutina ha vuelto a llenarlo todo, ciega y enloquecida maquinaria sin sentido, sólo aspiro a encontrar otro remanso de irrealidad suspendida y extraña, en mitad de ninguna parte, en algún lugar dentro de mí, ahora inalcanzable.

2 Comments:

At 7:50 p. m., Anonymous Anónimo said...

No pienses que eres el único que se siente alienígena en su propio planeta. Otros también tenemos que ponernos la careta cada mañana para sobrevivir en un mundo que no comprendemos y que nos ahoga día a día.

 
At 1:32 p. m., Anonymous Anónimo said...

Y que nos mata.

Un mundo al que odiamos.

Un mundo que inevitablemente nunca deja de avanzar, y de hundirnos.

 

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