"Los fantasmas de Goya", de Milos Forman
Enfrentarte a una nueva peli de Don Milos Forman no es algo que suceda todos los días. Y es que estamos hablando de uno de los cineastas contemporáneos más importantes, con una trayectoria trufada de nuevos clásicos (“Amadeus”, “Valmont”, “Alguien voló sobre el nido del cuco”…) Vamos, que la cosa no es de broma.
Además, resulta regocijante que el director checo haya venido a España a situar su nueva obra. No sólo a situarla, de hecho. Sino que en este proyecto ha trabajado codo con codo con muchísimos profesionales del cine hispano, delante y detrás de las cámaras.
¿El resultado? Lejos de sus mejores obras, desde luego. Pero aún así, se trata de una película interesante, valiente y con muchísima personalidad. No es el típico producto con vocación alimenticia. Hay en él un empeño por elaborar un fresco de época, pero no de cualquier manera, sino introduciéndose de pleno en ella.
Para ello, ha contado con tres auténticos pesos pesados de la interpretación: Javier Bardem, dejando una vez más patente su gusto por lo camaleónico en un papel ciertamente agradecido y del que sabe sacar todo el jugo; Natalie Portman demostrando de nuevo que es, con diferencia, la mejor actriz de su generación en un doble papel arriesgado y alejadísimo de lo que cabe esperar de una simple estrella hollywoodiense, etiqueta que siempre le ha venido pequeña, por cierto; por último, Stellan Skarsgaard, que no tiene absolutamente nada que demostrar puesto que su sola presencia ya es una garantía de calidad y que en esta ocasión construye a un Francisco de Goya creíble, humano y alejado de los histrionismos tan tentadores que podrían adoptar muchos otros intérpretes, a la hora de meterse en la piel de un personaje así.
Además de ellos tres, una extensa galería de secundarios con Michael Lonsdale y Randy Quaid (como un curioso Rey de España) por parte foránea y un auténtico desfile de rostros conocidos de nuestro cine, abarcando diversas generaciones: desde los noveles Unax Ugalde y Fernando Tielve, pasando por José Luis Gómez (inmenso), Mabel Rivera, Blanca Portillo, Ramón Langa, Emilio Linder, Simón Andreu… y un par de guiños a los amantes del fantástico hispano de los 70: Jack Taylor y Victor Israel en un par de anecdóticas pero entrañables apariciones.
Sin duda, el punto fuerte de la película está en las interpretaciones. Y es que el guión adolece de un exceso de ambición. Lo cuál de por sí no sería malo, pero en ocasiones se traduce en una sobreabundancia de contenidos, pretendiendo abarcar un marco temporal demasiado amplio (en menos de dos horas). Guión que es obra del “buñueliano” Jean Claude Carriere, por cierto, quien ya trabajase con Forman en “Valmont”, por ejemplo, y cuyos libretos siempre tienen un punto de riesgo y originalidad, que los hace muy atractivos.
Formalmente y utilizando términos pictóricos, Forman se aproxima a la figura de Goya utilizando un trazo grueso, planteando una estética ciertamente cercana a las fantasías goyescas, ayudado por el imprescindible Javier Aguirresarobe en la fotografía. El aspecto del personaje de Inés (Portman), sin ir más lejos, es perfectamente reconocible como una figura que parece directamente salida de uno de los trabajos del pintor.
Por lo demás, el filme sigue una estructura casi de thriller en algunos momentos, de ritmo vivo y chispeante, muy carnal, muy europeo. Y no puede decirse que tenga defectos demasiado acentuados en realidad. De hecho, el principal propósito, que es el de retratar los orígenes de la inspiración goyesca, situar al espectador en el contexto de su obra, etc. todo ello acaba Forman consiguiéndolo sin excesivo esfuerzo y con mucho oficio. El problema tal vez reside, como decía, en la dificultad de hacer enteramente creíble el transcurso de una acción demasiado prolongada en el tiempo, que actúa de un modo muy acentuado en los caracteres de los personajes principales. El cambio que sufre el personaje de Bardem, sin ir más lejos, se me antoja demasiado abrupto.
En cualquier caso, hay que valorar que el acercamiento al tema de Forman no haya sido algo tangencial y simplemente el de un cineasta entreteniéndose en juguetear con elementos para él exóticos, sino que verdaderamente haya tratado de introducirse muy a fondo en lo que está contando. Y en la forma de hacerlo. Con personalidad (en algunos momentos, lo grotesco de las imágenes recuerda al cine de Ken Russell), pero sin perder de vista el interés por contar bien una historia y no perderse en pajas mentales (ahí ya se distancia del cine de Russell).
Es posible que un filme de estas características resulte “carne de cañón” para cierta crítica. Yo prefiero centrarme más en disfrutar del trabajo de un cineasta que se ha permitido un amplio margen de libertad creativa y que da la sensación de habérselo pasado muy bien haciendo lo que le apetecía. Además, como quien no quiere la cosa, ha sido capaz de sacar tres interesantísimas interpretaciones del trío protagonista, cosa que posiblemente haga parecer más consistente una película que no lo es tanto, pero que desde luego, no constituye ningún insulto a la inteligencia de ningún espectador mínimamente curioso.
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