Última hora
Esta noche la playa vuelve a estar desierta. Por más que me esfuerce, no recuerdo ningún sufrimiento. El color de la arena no es tan intenso. Pero sigo teniendo la perversa costumbre de hablarme a mí mismo, en lugar de vaciarme en silencio. Y es ahora cuando una palabra, una sola palabra, se arrastra frente a mí, en la esquina de la pared, deslumbrándome. Pero se deshace en un silencio espeso y gelatinoso. Ya no me molesta ni el rumor de las olas. Desterrado a este rincón, adicto a la negra sustancia del olvido, sin atreverme a imaginar cómo puede ser la abstinencia. Dejarme seducir por tu sombra inexacta. Despejar de vegetación mi desierto, jardín seco de lágrimas. Exhalando un perfume a indiferencia con el que me gustaría rociar tus huesos. Tendré que reconstruir tu ausencia, hecha pedazos desde la tarde en que tu cara se me empezó a desdibujar. Ahora irrumpes, con la suavidad de una tormenta ignorada. Y tu caricia se deja sentir con el dolor de una promesa eterna.
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