sábado, abril 28, 2007

Ni es sábado, ni está lloviendo


Es un día cualquiera y da lo mismo el tiempo que haga. Ahora mismo, lo único que tiene importancia (aunque no tenga sentido) es que me entretengo con las cosas más absurdas. Que soy capaz de dejarme llevar por esta indolencia vespertina de voces sin palabras susurrando en el aire, de verdades asesinas que pasan de largo sin llegar a doler, silencio de vagones de madera en vías muertas, que prometían travesías felices pero que se han quedado a esperar sin saber el qué. Todo mi mundo está ocupado por imágenes fugaces que me conectan con otros mundos igualmente imaginados. Y nada de lo que traerá la noche tiene nombre aún, pero me atrevería a predecir que no dejará huella. Me pregunto en qué momento todo empezó a volverse así de intrascendente. Si es que los besos y las caricias, los llantos y las risas, el vértigo y la zozobra ya no me afectan porque no tienen alma o porque yo dejé de ser yo, para convertirme en mi sombra. En cualquier caso, aunque a veces me atrape la ilusión de ser quien no fui, lo que cuenta es que esta cáscara vacía flota sin oposición ni resistencia. Estúpida y feliz. Y ya no me importa si hay algo más allá del horizonte. Me he acostumbrado a vivir como otra mancha en el paisaje. Y me da igual si voy o vengo y si tú vienes o te quedas. Lo único que sé es que yo no estoy, ni para ti, ni para mí.

2 Comments:

At 7:03 p. m., Anonymous Anónimo said...

¡Qué gusto poder entender, o aceptar las cosas como las dices!, es una lástima que te conformes con dejar de existir.

 
At 12:01 a. m., Blogger Tyla said...

No es una lástima. Simplemente: es. Del mismo modo que quien opta por ir permanentemente contra corriente. Es otra opción igual de válida. Lastimosa o no, eso es lo de menos.

 

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