Salir
Salir y prender fuego a todos los momentos grises. Que se esparzan las cenizas del olvido y nublen la espera del abandono. Duele cada hora perdida. Cada lugar que dejo de acariciar con el pensamiento. Me paso el día alrededor de gestos inútiles. Sólo un vínculo difuso me une con otras sombras, que se pierden dentro de otras sombras más grandes, ciegas y muertas en vida. De vez en cuando, la inercia me devuelve al desasosiego. Suave primero, hiriente después. Y no puedo ni quiero dejar de pensar en un reflejo, en un instante, el destello de una encrucijada en la que todo se vuelva del revés y empiece a tener sentido. Me juego la vida sin saberlo, cada vez que miro hacia otro lado. No entiendo de dónde me viene esta tristeza extraña, amarga y confortable. Es como el agua cubriendo la roca, que no deja rastro aparente, pero que desgasta poco a poco, hasta acabarme, mientras me dejo la piel en una esquina iluminada con la luz de un verano imposible. Hasta que no queda de mí sino un peso muerto en el aire. Detrás de cada silencio hay un infierno de pensamientos incomprensibles, que sólo cobran sentido una vez se han esfumado. Y cuando me doy cuenta, ya es hora de echar a andar otra vez. Hora del frío. Hora de salir.
2 Comments:
Joder, anímate...
Páginas como la tuya animan lo suyo. Gracias. De todas formas, es un desánimo discontinuo. Nada demasiado grave. ;)
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