"El Perfume", de Tom Tykwer
En ocasiones el cine ofrece grandes compensaciones al que sabe esperar. Al que no desespera. Al que persiste semana tras semana, día tras día, aguardando ese destello de genialidad, esa sorpresa agradable entre tanta mediocridad.
Adaptar una novela como “El Perfume” parecía un empeño demasiado arriesgado. De hecho, era casi inabordable, a no ser mediante una superproducción como ésta, de 50 millones de euros. Y aún así, la inversión no garantizaba absolutamente nada. Pero el caso es que Tom Tykwer lo ha conseguido. Ha facturado una adaptación casi impecable. Y es algo hermoso, para los que desde siempre hemos amado el libro de Patrick Süskind y tan sólo nos habíamos planteado una hipotética adaptación como una posibilidad remota.
En principio, lo primero en lo que uno se fija es en el personaje principal. Ben Whishaw es todo un acierto. A medio camino entre Anthony Perkins y Jonathan Rhys Meyers, se erige en un Jean Baptiste Grenouille sencillamente perfecto. Con el punto justo de equilibrio entre lo turbio y lo inocente, lo satánico y lo angelical. Sostiene todos los primeros planos y refleja toda la tormenta interior del personaje con gran acierto en esa mirada tan intensa y en ese gesto permanentemente torcido.
Los dos secundarios principales, Dustin Hoffman y Alan Rickman, excelentes asimismo en sus dos papeles con las dosis justas de importancia. Ambos muy contenidos, por cierto.
Una vez solventado el primer escollo de lo interpretativo, hay que fijarse en la fuerza de las imágenes, cosa absolutamente primordial, si atendemos al hecho de que la prosa de Süskind era igualmente rica y poderosa. Y de nuevo, Tykwer triunfa por todo lo alto. Lo que en el libro es una absolutamente magistral utilización del lenguaje, en la peli es intensidad visual. Los colores, la luz, la ambientación, una cámara que sabe estarse quieta y moverse cuando conviene, al igual que el ritmo narrativo, sostenido y enérgico según se requiera. No resulta exagerado decir que hay secuencias en las que el “olor” traspasa la pantalla. Y ni que decir tiene que es algo completamente intencionado. Pero siempre hecho con elegancia y sutilidad. Sin olvidar el acompañamiento de una banda sonora hipnótica y para nada enfática ni “molesta”.
Y ésa es una de las grandes virtudes del filme: a Tykwer no se le va la mano en ningún momento. Además de ser asombrosamente respetuoso con el material narrativo, consigue hacer del texto algo muy cinematográfico. Al fin y al cabo, el cine nos ha ofrecido multitud de retratos de asesinos en primera persona, pero sin olvidar en ningún momento la especialísima “calidad” de esta historia tan particular. Es por ello que “El Perfume” película es a la postre, tan singular como “El Perfume” novela. No cabe ninguna duda de que el cineasta alemán deja patente con una obra de esta envergadura hasta qué punto es un director talentoso y dotado. El autor de películas tan estimables como "Corre, Lola, Corre" o "La princesa y el guerrero" ha demostrado saberse manejar igual de bien con las pequeñas y con las grandes historias; con presupuestos modestos y con proyectos de grandes dimensiones. Pero siempre sin renunciar a su personalidad tras la cámara, haciendo suyo un material ajeno y difícil.
Por lo demás, resulta asombroso hasta qué punto se consigue abarcar en su justa medida todo el alcance argumental del libro, sin obviar prácticamente nada. Es posible que el pasaje que transcurre en el exilio ascético de Grenouille se pudiese haber extendido algo más, pero aún así, son momentos tan magníficamente plasmados en el filme, que no tiene mayor importancia. Del mismo modo, el largo clímax final con la exposición pública del asesino ante el populacho, que era sin ningún género de dudas uno de los momentos más complejos de llevar a la pantalla, está resuelto a la perfección.
Así pues, puede decirse que la espera ha valido la pena. Y que todos los temores eran, por suerte, injustificados. “El Perfume” sí era una obra adaptable al cine, al fin y al cabo. Como seguramente lo son todas. Lo que ocurre es que hay que tener el talento suficiente para saber hacerlo. Tom Tykwer ha demostrado tenerlo y nos ha regalado una de las mejores películas del año.
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