lunes, enero 11, 2010

El destino, esa luz parpadeante


Todo está escrito, todo está escrito... pero los papeles se los lleva el viento. Y no hay más. Tienes el ahora y tienes una idea del ayer. La idea del mañana cambia con el transcurso de las horas. Puede cambiar hasta cien veces en un mismo día. No hace falta ningún huracán emocional. Cualquier pequeña duda. A veces una frase, un comentario casual. Seguramente, si el destino fuese inamovible, sería posible una mayor serenidad. Pero cuando el caos lo gobierna todo; cuando no eres dueño ni de tu propio tiempo... ¿cómo quieres que el futuro tenga forma definida? Eres un montón de arcilla manejado por los elementos. Sin más. Cálmate, porque no hay nada que puedas hacer. Lo que seas dependerá de lo que suceda en el momento inmediatamente anterior. Ahora bien, si fijar la mirada en la luz, aún a riesgo de perderla de vista de vez en cuando, es algo que te va a hacer sentir mejor... entonces hazlo. Tienes toda la arena del mar para construir y todo el aire del cielo para sostener. No hay nada ni nadie que te lo impida. Yo ahora mismo me estoy haciendo una figura de mí mismo sabiendo a dónde me dirijo. Así que tampoco estoy libre de sueños. Y no me falta imaginación. Ésa es la distancia: un parpadeo más, un parpadeo menos. Más cerca y más lejos.