domingo, enero 03, 2010

Y a otra cosa


Te construyes un mundo, le pones nombre a cada rincón, una voz a cada personaje que lo habita (aunque no la necesitan, ya que nunca les escucharás), echas a andar del brazo de una ilusión distinta cada día (aunque todas son la misma), te reinventas hasta no reconocerte, dibujas un pasado nuevo detrás de ti que dé sentido al futuro que has imaginado, le cuentas al viento todo lo que se te ocurre (que siempre es lo mismo), miras el reloj de la arena de la playa de aquel invierno sintiendo que el momento se acerca, revisas por enésima vez los bolsillos de tu piel desnuda para ver que todo esté en orden, controlas cada matiz, cada color del atardecer allá arriba, acaricias el terciopelo que muerde con dientes de gelatina al fondo del cajón, echas todas las monedas al aire y caen de espaldas a ti, apuestas la vida siete u ocho veces en un rato (perdiéndola siempre) y te levantas cuando estás cansado de jugar, lanzas por la ventana el muñeco de tu infancia y escuchas cayendo por la chimenea la muñeca hinchable del ático, sonríes por quinta vez en dos segundos, relees el párrafo que siempre dejas pendiente por escribir, tarareas la canción del invierno acompasándola a la voz que suena en tu cabeza a una hora fija cada tarde... y finalmente, cuando abres la puerta, sales, la encuentras y te mira, todo salta por los aires.