martes, diciembre 29, 2009

Esos edificios extraños


O más que extraños, difíciles. Difíciles, porque te pierdes. Me encantan esos edificios mal señalizados, tortuosos, que en su interior albergan un montón de negocios y lugares distintos, que no tienen nada que ver entre sí. En mi ciudad conozco uno en especial. Según a qué hora vayas, puedes ir encontrándote en cada recodo repentino una persona igual de desorientada que tú, que se cruza en tu camino y en el momento de verte, aviva el paso y finge que sabe por dónde va (tú haces lo mismo, claro). Pero a otras horas, más intempestivas, te puedes llegar a encontrar completamente solo, perdido. Porque no está hecho de pasillos largos, sino de "eses" y "enes" mareantes. Llenas de puertas con distinta forma y color. Cada una con su rótulo indicativo. Encontrarás abogados, médicos, notarios, fisioterapeutas, psicólogos, detectives... Con un poco de imaginación, si te paras en mitad de uno cualquiera de los corredores, puedes imaginar diez historias a la vez, una detrás de cada puerta. Una vez, en ese mismo edificio, tenía que ir a un despacho determinado del cuarto piso. Pues bien, al final encontré ese mismo despacho en la planta baja, después de dar innumerables vueltas. Estuve a punto de preguntar cómo era posible que aquel sitio estuviese a la vez en un cuarto piso y en la planta baja (por muchas vueltas que se diesen). Pero al final preferí no hacerlo. Por conservar el encanto del misterio. Y hoy he vuelto allí. A una de las oficinas en las que ya había estado antes. Sin embargo, me fue imposible recordar el camino y tardé lo indecible en llegar. Por fortuna. Secretamente sospecho que, cuando no hay nadie, el edificio deja de contener la respiración, se relaja, suelta el aire por las ventanas y reordena todas sus estancias, al azar. Como un mazo de cartas, "autobarajándose". Podría ser, podría ser...