lunes, diciembre 28, 2009

Tonos de azul


Seguramente empezó aquella tarde de primavera. Aquella tarde cuando, estando sentado en un banco del parque, se fijó en el fulgor del sol sobre los columpios de siempre. Un fulgor distinto. Apagado. Tal vez entonces no le dio importancia, porque aquellos días estaban llenos de acontecimientos y de otro tipo de preocupaciones. El caso es que, muchos años después, le vino a la mente aquella imagen. Y lo hizo de improviso, cuando le dio por cuestionarse sobre las diferentes etapas de su vida. A esa imagen siguieron otros pensamientos, acerca de hasta qué punto aquella capacidad estaba dentro de sí, o tal vez era algo que llegaba desde fuera y luego se volvía a ir. De cualquier forma, hay un punto en que el camino pasa de una atmósfera luminosa a un sonido triste. Como si el aire se llenase de tonos azules, da lo mismo la hora y el lugar. Cuando todos los caminos empiezan a recorrerse en soledad. Seguramente el color azul es el verdadero color de la realidad adulta. Porque todas las aventuras adolescentes son reversibles, mientras que cada puerta que abres más adelante, te conduce a un abismo que has de sortear. Fulgores apagados sobre un columpio mecido por la brisa de la tarde. Una más de esas catástrofes silenciosas.