jueves, diciembre 24, 2009

El ceremonial


En estos momentos se reunían, o se alejaban. Pero celebraban. Celebrábamos. La ceremonia de la continuidad. Del día siguiente, del año que vendría. De pedirle a la oscuridad que permita la llegada de la luz del sol. Y con ella la cotidianidad, el hastío y la indiferencia. Celebramos el seguir en la inercia, porque las alternativas no convencen. Desde el origen de los tiempos, el día a día. Con la falsa ilusión de permanencia, con la eternidad en el horizonte. Un horizonte que se acerca cada vez más, pero tras el cual aparece otro distinto. Siempre lejano. Siempre referente. Hoy celebramos tener la mirada al frente y ver algo. Como toda celebración, una repetición. Un hábito que se contagia y se imita. En ocasiones, improvisando un punto de partida. Una regeneración. Porque así debe ser. Desprenderse de lo sobrante, aunque no sea más que para vestirse con las mismas ropas, pero relucientes y a estrenar. Refundarte el alma, sin dejar de ser tú, a pesar de todo. Y mañana, a dejar la sonrisa y la esperanza en la silla del dormitorio, para cuando hagan falta. Andemos los mismos viejos caminos, como si fuese la primera vez. Esperemos que todo siga igual. Inclinémonos ante lo inmutable. Así sea.