viernes, enero 08, 2010

Primera noche esclarecida


Atisbando entre la cortina de viento y lluvia, por si acaso apareciese el tren azul. Como un muñeco olvidado de Reyes, que alguien apoya en el cristal y descubre que afuera hay un mundo. Un mundo donde cae agua del cielo y pasan cosas por el suelo. Me pregunto si el muñeco también esperará a su propio tren azul. Me pregunto si tras cada ventana hay una espera secreta, un pálpito contenido. Cuántos querrían huir de repente y para siempre. Dejar de lado esta marea de maravillas huecas y de sonrisas gastadas de tanto uso y que fueran los demás quienes contasen la historia del que se fue y nunca nadie volvió a ver. Hoy los paraguas se volvían del revés, como si también quisieran darle la vuelta a la realidad, como un calcetín. Hoy la gente se tambaleaba y era consciente de su fragilidad. Cada pequeña alma, cada pequeño muñeco, soñando despierto con dragones negros. Entre coches rojos y amarillos, luces moradas y blancas, paredes negras y verdes... pero ningún tren azul. Tras el cristal, sin importar qué pasará mañana, rostros que tiemblan y cuerpos de plástico duro. Ruidos furiosos de infiernos ciegos que vienen del mar y te traspasaban de parte a parte, como espinas de una mala rosa. Hoy, que estaban prohibidos los paseos casuales, las vías muertas de tu alma parecían desperezarse, tras mucho tiempo. Como si el tren azul que se lleva la tristeza viniese a buscarte, para llevarte a un destierro de ti mismo, en el Club de los Inocentes. Ahora, que el muñeco sonríe sin que nadie le vea. Ahora, que las cortinas se han corrido del todo. Ahora, que los caminos que llevan a alguna parte ya están cerrados... tomas tu tren azul, clavas un agujero en el cielo y acaricias tu noche de hiedra.