domingo, abril 20, 2008

Interludio


así que vamos a necesitar algo más que recuerdos para llenar todo este tiempo. Y a pesar de ello, a pesar de todos los días con sus tardes, a pesar de esa sensación de que por mucho tiempo que pase... no pasa nada, cada vez me siento más cerca de algún lugar raro y negro. Tiempo. Eso es lo único que hay. Por mucho que trate de engañarle, cuando abro los ojos y miro a mi alrededor, es lo primero que veo: el tiempo que ha pasado. Una arena cada vez más fina y más rápida que sigue deslizándose tras el cristal empañado. Y mientras, me desgañito y me agoto, sin darme cuenta. Todo está desenfocado. Me despierta un perro ladrando y sonrío pensando que él es más consciente que yo. Y por eso grita. A lo mejor se quedará toda la noche así, paseando de un lado a otro de la azotea, mientras yo vuelvo a olvidarme de todo. Al final será cierto que uno se queda solo, que no hay nada para llevarte contigo. Que todo se pierde, en la misma bruma en la que se desdibujan los rostros primero y los nombres después. O ese yo que imagino cada vez con menos frecuencia. Ese yo que sabe a dónde ir lo que hacer. Que los demás reconocen, o creen reconocer. Así pues, ¿por qué preocuparse? ¿De qué sirven las voces? ¿De qué sirve la espera? ¿De qué sirve este momento? ¿De qué sirve terminar de decir lo que digo, si no hay punto final a este