
Hoy el día ha empezado demasiado temprano. Como todos los lunes. Después de ese abismo aterrador que es la noche del domingo, ese abismo que no se sabe dónde empieza ni dónde acaba, y casi sin darme cuenta, me he visto fichando en el trabajo. Y creo que ha sido entonces cuando me he despertado en realidad, delante del reloj de fichar, que ha hecho un ruido que me ha sonado como el chasquido de dedos de un hipnotizador. Nada más entrar,
M ha aparecido con su habitual expresión de no poder más. Le he preguntado qué le pasaba y supongo que mi tono ha debido ser demasiado enfático, porque (muy a mi pesar) me lo ha explicado. Así que la mañana ha empezado en plan filosófico con
M. Algo que parece demasiado duro para un lunes por la mañana a primera hora. Será mejor limitarlo de ahora en adelante a los viernes, con la tonta exaltación de esos momentos en los que el fin de semana parece un mundo de posibilidades. Es menos deprimente.
Después me he encontrado con un montón de tareas pendientes y de entre todas ellas, la más satisfactoria ha sido comprobar hasta qué punto domino las interioridades de la fotocopiadora. Creo que he accedido a las partes más íntimas de ese engendro mecánico a donde nadie había sido capaz de llegar nunca. Ni siquiera el mecánico de las gafas. Y lo más estupendo de todo: por primera vez, he sido capaz de meter las manos dentro de una máquina y no me he quemado, pellizcado, arañado o cortado. Es algo que le levanta el ánimo a cualquiera. Eso sí. El papel, ya estaba regurgitado.
Por lo demás, la mañana se ha hecho larga. Me he enterado de que las oposiciones se siguen retrasando y que seguramente hasta mayo, nada de nada. Pues qué bien.
He comido con el ansia de quien confunde las sardinas y los garbanzos con el agua del río del olvido, con la ilusión de pasar página lo antes posible. Mientras, me he puesto a ver
"Sympathy for Mr. Vengeance", esperando que los malos comentarios que había escuchado sobre ella fuesen equivocados. Para nada. Se quedaban cortos. A años luz de
"Old Boy". Eso sí, me ha hecho gracia el tío del pelo verde y he anotado en el bloc de notas que tengo pegado con imán al cerebro que tal vez en verano me lo tiña igual. Con la camiseta roja pareceré una aceituna rellena de pimiento morrón.
Después de la peli, he seguido leyendo
"El Cuaderno Gris" de
Josep Pla, que tan enganchado me tiene. Tanto, como para darme la idea de convertir el blog en una especie de remedo del libro. Seguramente la novedad no me durará más que un par o tres de días. Al fin y al cabo, ni soy
Pla, ni tengo su capacidad de transformar lo cotidiano en algo entretenido. Y bueno, tampoco me han gustado nunca las sardanas. Y creo que si practicase el "resopón" nocturno, vomitaría hasta el hígado. Pero sí me maravilla descubrir en esas páginas a la Cataluña que (sin ser del todo consciente) llevo tan guardada dentro de mí. Es curioso.
Con la cena, me he puesto
"Bad Santa" de
Terry Twigoff. No sé por qué la había tenido tanto tiempo en espera. Me ha gustado muchísimo. Tal vez no tanto como
"Ghost World", pero casi. Ese
Billy Bob Thornton parece nacido para hacer de Santa Claus "malincuente". Y el niño gordo es la caña.
Estos días me acompaña la música de
Nearly, la banda paralela de
Jerome Dillon. Me gusta, pero tampoco creo que vaya a ser uno de mis discos de cabecera. Por cierto, en la peli de
Twigoff sonaba el vals que también aparece en
"Eyes Wide Shut" y automáticamente he pinchado en el emule la banda sonora de la peli de
Kubrick. Qué grande.
Mientras escribo todo esto, tengo puesto el programa de
Fríker Jiménez de anoche. Me he aficionado a acabar los lunes igual a como los empiezo: con miedo.