-Qué bien se está aquí, ¿verdad?
-Sí.
-Oye, hace mucho que no te leo nada nuevo en el blog.
-Ya.
-¿Y sobre qué escribes cuando no hay nada que contar?
-Siempre te puedes inventar algo.
-No, en serio.
-Vale, en serio: siempre hablo de ti.
-¿De mí? No entiendo.
-Yo tampoco, pero aún así, lo hago.
-Cómo te gusta quedarte conmigo...
-Me encantaría.
-¿El qué?
-Quedarme contigo.
-¿Dónde?
-En cualquier sitio.
-¿Sí?, ¿aquí, por ejemplo?
-Por ejemplo, aquí en esta noche. Que siempre fuese aquí y esta noche.
-Joder, "siempre" tampoco, ¿no? Qué aburrimiento.
-¿Ahora estás aburrida?
-No, ahora mismo no. Pero si llevase aquí muchas horas, pues igual sí que me terminaría aburriendo.
-¿Y qué otra cosa podrías hacer más interesante que estar aquí para siempre conmigo?
-Pues no lo sé. Ahora mismo...
-Yo tampoco. ¿Lo ves? No hay nada mejor. Tú y yo, aquí, siempre.
-Vale. Oye, tengo un poco de frío. ¿Nos vamos ya?
-Siempre me haces lo mismo.
-¿Qué? Pero si es la primera vez que venimos!
-Eso es lo que tú te crees. Pero yo he estado aquí muchas veces contigo. En realidad, venimos casi cada noche.
-¿Sabes que me estás empezando a asustar?
-Sí. Lo sé, porque cada noche me lo dices.
-Cada noche, ¿no? ¿Y luego qué pasa?
-Luego me clavas las uñas y lo cuento todo en el blog.