M

Hace siglos que te debo unas palabras en este lugar. Unas palabras que hasta ahora sólo habían sido pensamientos. Y me parece que éste es el momento. Ahora, cuando seguramente hará años que no has vuelto a pensar en mí. En realidad te debo bastante más que palabras. Te debo todo el tiempo de ilusión y de asombro. De momentos compartidos, contigo y sin ti. Desde aquella tarde de septiembre, cuando tu voz alumbró el apagón del final del verano. Cuando tu nombre se convirtió en todo mi universo y mi universo se hizo inmenso. Hasta que nuestros caminos se separaron, sin querer, pero sin dolor alguno. Y llegado este momento, no sé muy bien qué decirte. Ni me vas a leer, ni conseguiría expresarte lo que fuiste para mí. Y me parece terriblemente injusto. Que no lo sepas nunca y que yo no tenga modo de hacértelo saber. Cuántas historias similares podrían contar otras tantas víctimas de naufragios vitales. Al fin y al cabo, ésta sólo es una más. Una de tantas. Pero es la nuestra. Y al final ¿sabes lo que me hace más feliz? Que tanto tiempo después soy capaz de ver tu sonrisa frente a mí, con el mismo brillo irreal de aquellos días. Y eso me basta. Por cierto, ahora que lo pienso, te he mentido. Porque no han sido éstas las primeras palabras que te dedico desde aquí. De hecho, no he dejado de hablar de ti en ningún momento. Da lo mismo como te llames, el aspecto que tengas, o el momento en el que te cruzases en mi vida. Siempre fuiste Tú.